Ayer en una animada tarde de niños de 7 años con motivo del cierre del año escolar, la siguiente anécdota: Esto en una de las recreaciones mas divertidas y con alto nivel de compenetración entre lideres adultos y niños.
Empieza el juego y después de instrucciones precisas, crear la expectativa y tener al grupo de niños en estado de ansiedad, comenta el recreacionista las reglas:
No valen trampas y si hubiera, se pierden 2 puntos... Al ganar gana uno, al perder cero y al trampear pierde 2.
La regla de oro llama mi atención y en voz baja comento que esto se pone bueno, anarquía? Repiten la regla y en tono de chiste y aprecio digo, es un poco dictador, ya veremos que sucede....
El juego arranca emotivo, hay mucha alegría y felicidad, todo transcurre pacífico y feliz. Caras alegres, sonrisas contentas y de repente... Una trampa! Brinco de mi puesto, de alguna manera esperaba el momento en que esto sucedería y un poco ansiosa espero las reacciones. El equipo que gana ilegalmente celebra su victoria aunque hay una nube de incertidumbre en toda la sala.
El líder grita 2 puntos menos, hay trampa. Silencio en un segundo y al siguiente se ha reintegrado la emoción y el compromiso por el juego. Se reincorporan ambos equipos y todo continua como si nada.
Vuelvo a mirar, re mirar, observo y no paro de analizar que el grupo ha entendido y ha aceptado de manera positiva las reglas. Ahora incluso parecen jugar mas seguros y mas felices.
Y yo me voy ahora a la vida real y comparo con las vivencias, incluso a partir de una situación cercana, tengo otro espacio para analizarlo mejor.
Las reglas fuertes deben ser seguidas al pie de la letra, sin negociación, sin drama y sin excepciones, haciéndolas cumplir sin restarle un solo aire de emoción, ni mas de un segundo de sermón, de merecido o de simple lata.
Cuando hablamos tanto explicando las reglas y su cumplimiento o su quebrantamiento, solo hacemos pesadas las reglas y denso el juego. Pasemos al juego, a la acción y a la emoción y no nos quedemos en la gran explicación.
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